viernes, 10 de febrero de 2012

A dormir también se aprende


Siempre han existido mitos sobre la necesidad de dormir como, por ejemplo, que el ser humano moriría si estuviera más de una semana despierto; o que tras estar varios días en vigilia hemos de recuperar proporcionalmente nuestro sueño.

En 1965, un joven de 17 años, fue Randy Gardner, participó en un curioso experimento. Él y dos compañeros más intentarían permanecer despiertos el mayor número de horas posibles. Ayudados por investigadores, estos les despertaban en cuanto cerraban los ojos más allá de unos segundos. El resultado: el Sr. Gardner permaneció 260 horas de vigilia continua. Tras esos 11 días sin dormir ¿sabéis cuántas horas estuvo Randy durmiendo? La primera noche 14 horas, tras la cual volvió a sus 8 horas normales en las siguientes noches.
Al margen de la anécdota hemos de decir que tras unos días en vigilia se empieza a sufrir una pérdida progresiva de atención, concentración y motivación, además de cierta “mala leche”. Estos síntomas desaparecen tras una buena cabezada.

Estudiar para un examen importante, liquidar trabajos pendientes, problemas personales, insomnio… Hay varias causas que pueden llevarnos a no pegar un ojo en toda la noche. El problema surge cuando ya son varias las noches en vela, pues las personas necesitamos dormir tanto como necesitamos aire, agua y comida.

Pasamos un tercio de nuestra vida en brazos de Morfeo. Unos 25 años, aproximadamente. Sin embargo, muchas veces no damos al descanso nocturno la importancia que merece. Investigaciones recientes han demostrado una clara relación entre la cantidad y la calidad del sueño y el estado de la salud y la esperanza de vida. ¿Sabíais que dormir siestas regularmente, nos hace ser más inteligentes? O ¿qué nos puede ayudar a adelgazar?

A dormir también se aprende

Son varios los factores que influyen en la calidad de nuestro descanso. Conseguir mantener unos hábitos adecuados al acostarnos es uno de los principales. Las rutinas antes de dormir son muy importantes, ya que de esta manera acostumbramos al cuerpo a seguir un ciclo regular.

La primera recomendación es acostarnos en cuanto aparezcan los primeros signos de sueño. Procuremos dormir el número de horas que necesitas. La de mayoría nosotros descansamos entre seis y nueve horas diarias, pero no es algo matemático, depende de las necesidades de cada individuo. 

Durmamos en completa oscuridad (o lo más cercano a la oscuridad total). Hasta el menor indicio de luz evitará la secreción de melatonina, lo que impedirá o afectará su sueño. Evitemos la cafeína, la teína y el alcohol. Aunque el alcohol provoque somnolencia, este efecto pasa rápidamente, provocando que la persona se despierte por las noches. Además de ello, el alcohol impide llegar a los niveles más profundos del sueño, donde el cuerpo realmente descansa.

Debemos intentar aparcar nuestros problemas personales antes de dormir: no dejemos que los conflictos laborales o familiares nos quiten el sueño. Tomar un baño caliente o escuchar música relajante como por ejemplo, las olas del mar, son actividades relajantes que nos ayudarán a conciliar el sueño.

Otro aspecto esencial es, por supuesto, la cama. Intentemos utilizar la cama, únicamente para dormir. Si lo utilizamos para leer, estudiar o ver la televisión…nos desvelaremos. Tampoco debemos pasar por alto las características técnicas de nuestro lugar de descanso: elegir un buen somier de madera y un colchón de dureza intermedia son los más recomendados. 

La mejor postura para dormir

Existan varias posturas correctas para estar acostado. Las posturas ideales son aquéllas que permitan apoyar toda la columna en la postura que adopta ésta al estar de pie. La postura más aconsejable varía dependiendo de los hábitos de cada uno y según haya o no molestias a algún nivel de la columna.

Dormir boca arriba

Para dormir boca arriba, apoyamos la columna sobre el colchón con las piernas estiradas y la cabeza bien apoyada en la almohada. La almohada debe ser cómoda y soportar bien el peso sin hundirse ni tampoco ser demasiado dura como para obligarnos a mantener una postura poco cómoda o perjudicial. De esta manera la columna se mantiene estable sin soportar grandes pesos y mantiene su curvatura natural.

Para esta postura, la almohada debe ser relativamente fina, debe asegurar que las cervicales forman con la columna el mismo ángulo que al estar de pie. Una almohada excesivamente ancha tendería a provocarnos que el cuello se flexionase hacia delante, mientras que dormir sin almohada tendería a hacer que el cuello estuviese en hiperextensión.
 
Dormir de lado.

Otra postura excelente y neutral para la columna vertebral y además quita peso sobre ella mientras dura el descanso. El cuello no soporta ninguna presión que le obligue a las vértebras a colocarse forma poco natural y dolorosa. Si dormimos apoyándonos en un hombro, la almohada gruesa, debe mantener el cuello en el eje de la columna dorsal.

Dormir boca abajo.

Dormir boca abajo no es recomendable porque al hacerlo modificamos la curvatura de la columna y, para poder respirar, debemos mantener el cuello girado durante varias horas. La postura del cuello obliga a las vértebras a girarse soportando una tensión excesiva en las cervicales.

En resumen, dormir bien mantiene nuestro corazón sano y por lo tanto, bajan las probabilidades de sufrir ataques al corazón, reduce el estrés, el riesgo de padecer depresiones y la inflamación en nuestro cuerpo. También nos ayuda a estar más alerta y activos durante el día, mejorando nuestra memoria y aumenta la capacidad de regeneración de nuestro cuerpo.

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