jueves, 11 de noviembre de 2010

EL SISTEMA NERVIOSO AUTONOMO


El sistema nervioso autónomo se divide en simpático y parasimpático.
El sistema simpático tiene que ver con la supervivencia del organismo y fue diseñado para trabajar intensamente a corto plazo, porque se encarga de estimular la salida de enzimas y hormonas del estrés: adrenalina, cortisol, endorfinas, enkefalinas etc. Estas hormonas o neuropéptidos se encargan de aumentar el ritmo cardíaco, la capacidad pulmonar, el riego sanguíneo y frenar las sensaciones de dolor para que podamos seguir luchando para sobrevivir.

La subluxación vertebral o interferencia nerviosa, es el agente principal para que este mecanismo de “luchar para sobrevivir” esté constantemente puesto en marcha, incluso aunque no nos encontremos en situaciones que requieran tal estado de estrés.

La hiperestimulación del sistema nervioso simpático y su correspondiente agotamiento está considerado por la comunidad científica actual como la “causa principal” de enfermedad en el ser humano.

Por otro lado, el sistema nervioso parasimpático o sistema vegetativo sólo funciona cuando estamos descansando o en actitudes y frente a situaciones en la vida que nos producen paz. Cuando estamos enamorados nos encontramos en el parasimpático.

Enamorados de la vida, de todo lo que hacemos, sabiendo que ella va por delante y nos lleva sin que tengamos necesidad de luchar, quizá sea la mejor receta para la paz.

En cambio, en situaciones de estrés, cuando domina el sistema simpático, el sistema parasimpático queda anulado y no puede hacer su trabajo.

Este trabajo del sistema parasimpático es de vital importancia para el hombre, ya que consiste en mantener los órganos funcionando correctamente con buen riego sanguíneo y estimular la regeneración de los tejidos dañados.

Todos nuestros órganos y glándulas poseen fibras nerviosas procedentes de ambos sistemas: simpático y parasimpático. Ambos se equilibran y complementan. Cuando uno de ellos tiene una función excitadora, el otro se inhibe, manteniendo de esta forma un equilibrio entre actividad y reposo y una acción rítmica de los órganos internos, las glándulas, los músculos, las arterias, las venas, etc.

Lo malo es cuando se rompe el equilibrio por múltiples causas, y una de las más decisivas es la subluxación vertebral o interferencia nerviosa. Ésta provoca el aprisionamiento del nervio que fluye por el interior de las vértebras mal encajadas. Ese nervio irritado no transmite con normalidad la información entre el cerebro y el cuerpo.

Si pisamos una manguera producimos un efecto parecido: nuestro pie impide que el agua circule con suficiente presión.

Así pasa con la Inteligencia Innata o fuerza vital del organismo cuando hay una vértebra subluxada; aparece un descenso de la habilidad innata del cuerpo para funcionar correctamente y curarse a sí mismo.

Extracto del libro “Quiropráctica”
de Elisabeth Bonshoms.

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