Siempre han existido mitos sobre
la necesidad de dormir como, por ejemplo, que el ser humano moriría si estuviera
más de una semana despierto; o que tras estar varios días en vigilia hemos de recuperar
proporcionalmente nuestro sueño.
En 1965, un
joven de 17 años, fue Randy Gardner, participó en un curioso
experimento. Él y dos compañeros más intentarían permanecer
despiertos el mayor número de horas posibles. Ayudados por investigadores, estos les
despertaban en cuanto cerraban los ojos más allá de unos segundos. El
resultado: el Sr. Gardner permaneció 260
horas de vigilia continua. Tras esos 11 días sin dormir ¿sabéis cuántas horas estuvo Randy
durmiendo? La primera noche 14 horas, tras la cual volvió a sus 8 horas
normales en las siguientes noches.
Al margen de
la anécdota hemos de decir que tras unos días en vigilia se empieza a sufrir
una pérdida progresiva de atención,
concentración y motivación, además de cierta “mala leche”.
Estos síntomas desaparecen tras una
buena cabezada.
Estudiar
para un examen importante, liquidar trabajos pendientes, problemas personales,
insomnio… Hay varias causas que pueden llevarnos a no pegar un ojo en toda la
noche. El problema surge cuando ya son varias las noches en vela, pues las
personas necesitamos dormir tanto como necesitamos aire, agua y comida.
Pasamos un tercio de nuestra vida en brazos de Morfeo.
Unos 25 años, aproximadamente. Sin embargo, muchas veces no damos al descanso
nocturno la importancia que merece. Investigaciones recientes han demostrado
una clara relación entre la cantidad y la calidad del sueño y el estado de la
salud y la esperanza de vida. ¿Sabíais que dormir siestas regularmente, nos
hace ser más inteligentes? O ¿qué nos puede ayudar a adelgazar?
A dormir también se aprende
Son varios los factores que influyen en la calidad de
nuestro descanso. Conseguir mantener unos hábitos adecuados al acostarnos es
uno de los principales. Las rutinas antes de dormir son muy importantes, ya que
de esta manera acostumbramos al cuerpo a seguir un ciclo regular.
La primera recomendación es
acostarnos en cuanto aparezcan los primeros signos de sueño. Procuremos dormir
el número de horas que necesitas. La de mayoría nosotros descansamos entre seis
y nueve horas diarias, pero no es algo matemático, depende de las necesidades
de cada individuo.
Durmamos en completa oscuridad (o
lo más cercano a la oscuridad total). Hasta el menor indicio de luz evitará la
secreción de melatonina, lo que impedirá o afectará su sueño. Evitemos la cafeína, la teína y
el alcohol. Aunque el alcohol provoque somnolencia, este efecto pasa
rápidamente, provocando que la persona se despierte por las noches. Además de
ello, el alcohol impide llegar a los niveles más profundos del sueño, donde el
cuerpo realmente descansa.
Debemos intentar aparcar nuestros
problemas personales antes de dormir: no dejemos que los conflictos laborales o
familiares nos quiten el sueño. Tomar un baño caliente o escuchar música
relajante como por ejemplo, las olas del mar, son actividades relajantes que
nos ayudarán a conciliar el sueño.
Otro aspecto esencial es, por
supuesto, la cama. Intentemos utilizar la cama, únicamente para dormir. Si lo
utilizamos para leer, estudiar o ver la televisión…nos desvelaremos. Tampoco
debemos pasar por alto las características técnicas de nuestro lugar de
descanso: elegir un buen somier de madera y un colchón de dureza intermedia son
los más recomendados.
La mejor postura para dormir
Existan varias
posturas correctas para estar acostado. Las posturas ideales son aquéllas que
permitan apoyar toda la columna en la postura que adopta ésta al estar de pie.
La postura más aconsejable varía dependiendo de los hábitos de cada uno y según
haya o no molestias a algún nivel de la columna.
Dormir boca arriba
Para dormir boca arriba, apoyamos
la columna sobre el colchón con las piernas estiradas y la cabeza bien apoyada
en la almohada. La almohada debe ser cómoda y soportar bien el peso sin
hundirse ni tampoco ser demasiado dura como para obligarnos a mantener una
postura poco cómoda o perjudicial. De esta manera la columna se mantiene
estable sin soportar grandes pesos y mantiene su curvatura natural.
Para esta postura, la almohada debe ser relativamente fina, debe asegurar que las cervicales forman con la columna el mismo ángulo que al estar de pie. Una almohada excesivamente ancha tendería a provocarnos que el cuello se flexionase hacia delante, mientras que dormir sin almohada tendería a hacer que el cuello estuviese en hiperextensión.
Dormir de lado.
Otra postura excelente
y neutral para la columna vertebral y además quita peso sobre ella mientras
dura el descanso. El cuello no
soporta ninguna presión que le obligue a las vértebras a colocarse forma poco
natural y dolorosa. Si dormimos apoyándonos en un hombro, la almohada gruesa,
debe mantener el cuello en el eje de la columna dorsal.
Dormir boca abajo.
Dormir boca abajo.
Dormir boca abajo no
es recomendable porque al hacerlo modificamos la curvatura de la
columna y, para poder respirar, debemos mantener el cuello girado durante
varias horas. La postura del cuello obliga a las vértebras a girarse soportando
una tensión excesiva en las cervicales.
En resumen, dormir bien
mantiene nuestro corazón sano y por lo tanto, bajan las probabilidades de sufrir
ataques al corazón, reduce el estrés, el riesgo de padecer depresiones y la
inflamación en nuestro cuerpo. También nos ayuda a estar más alerta y activos
durante el día, mejorando nuestra memoria y aumenta la capacidad de
regeneración de nuestro cuerpo.
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